En estos días terminé de leer Buscando a Klingsor de Jorge Volpi. Fue mi primera experiencia con él y a ratos fue grato y a ratos interesante y a ratos una especie de dolor de huevos. En 554 páginas (en la colección de Esenciales de Planeta/Harper Collins) es difícil que una novela no se vuelva un poco repetitiva, que no canse. A no ser que la haya escrito Dostoyevsky, pero estamos hablando de planetas distantísimos.
La cosa es que al devolver el libro a la biblioteca, aquel nombre me miraba desde la portada y de pronto lo recordé. Que hace unos años conocí a un tipo que decía ser su hermano menor. No recuerdo su nombre de pila porque todos lo llamábamos Volpi. Y creo que todos más o menos le creíamos que era hermano de Jorge, el famoso escritor. En ese tiempo yo vivía en Mazunte en un ambiente en que si tú decías que te llamabas María Félix, todos te creían, nadie suponía que te estuvieras pirateando un nombre y sobre todo, ninguno pensaba en la María Bonita de Agustín Lara. La gente no iba ahí para andarse fijando en los nombres. Mucho menos en los de los escritores del efímero Crack. Si alguien hubiera fundado un grupo de escritores que se llamara Opio o Heroína o sobre todo Mota, aunque hubiese sido un grupo que durara una semana, en Mazunte habría encontrado a un grupo de lectores devotos.
Como sea.
La cosa es que en aquellos tiempos mi hermana también vivía en Mazunte. Mi hermana es pintora, hizo una exposición y fue así que conocimos a Volpi. Era chilango y estaba ahí con su perro pastor alemán y un coche negro medio destartalado. Se había instalado en una casa alquilada a la que por supuesto, nos invitó a ir cuando quisiéramos. Habrá tardado cosa de dos minutos en contarnos que él también era artista: artista visual, y hermano del famoso Jorge. No tenía la pinta de nerd del escritor. No se parecía en nada. Pero bueno.
Un día, Volpi subió hasta el hotel/restorán en el que yo trabajaba/vivía. Traía un cuaderno de esos de dibujo y venía acompañado por su enorme mascota de pelambre anaranjado. Andaba buscando a mi hermana, me dijo. Quería proponerle un proyecto. Le dije que sería imposible porque para entonces mi hermana ya estaba de vuelta en el D.F. Entonces se le ocurrió que me lo podía proponer a mí y se sentó. Yo le invité una cerveza y él abrió su cuaderno y empezó a mostrarme dibujos, ya no recuerdo de qué. Y empezó a hablar. Lo hizo por tres horas. Y no logré enterarme de qué me decía. Creo que quería hacer un video, o un performance o las dos cosas juntas. Mientras lo veía sentado frente a mí, moviendo la boca como si le fuera la vida en ello, me preguntaba cómo podía no darse cuenta que no le estaba entendiendo nada y que yo no era artista de nada.
Luego de la primera hora, me empezó a preocupar que el tipo se bebiera una cerveza tras otra. ¿Pensará que son todas cortesía de la casa? ¿Irá a pagarme al menos la mitad? ¿Se dará cuenta que este lugar no es mío y que luego tengo que ir a comprar las cervezas para reponer todas las que se está bebiendo? ¿Irá a darme al menos el monto de lo que cuestan en la tienda? Pero Volpi no se enteraba de nada. Con su enorme perro anaranjado echado a sus pies, continuaba hablando. Para la segunda hora yo ya estaba medio borracha y Volpi se había terminado sus cigarros y empezó a fumarse los míos. La tercera hora fue insufrible. Yo lo miraba directamente a los ojos y repetía en mi cabeza ¡Cállate! ¡Cállate de una buena vez! ¡Deja de tomar cerveza y cállate! En algún momento se calló, claro. Seguramente no gracias a mis mensajes telepáticos. Quizás se haya cansado de oír su propia voz que, debajo de una palapa, no tenía siquiera dónde retumbar. Me preguntó si estaba interesada en participar en su proyecto y yo le dije que sí, por supuesto, que apenas empezara, me lo hiciera saber. Y con el alivio de verlo irse y el retorno del silencio, ni siquiera se me ocurrió insinuarle lo del costo de las cervezas. Una nimiedad en la que él ni siquiera había reparado.
Pues eso. Nada especial. Que pensar que si ese era de verdad el hermano de Jorge Volpi, aquella tarde ha sido lo más cerca que he estado de la farándula intelectual mexicana.