martes, 12 de julio de 2011

Panino italiano Vs Torta mexicana



Cuando una se encuentra con otros extranjeros, sobre todo con los compatriotas, en algún momento termina hablando del shock cultural que provoca llegar a vivir a un país completamente distinto al propio. En el caso nuestro, a Italia. O lo que es lo mismo, de todo lo que extrañamos, de cómo de estas cosas no hay acá y las pocas que hay, resulta que son mejores allá.

Para aquellos que tienen mejor capacidad de adaptación (los más fuertes si nos ponemos darwinianos) esto puede sonar ridículo. Para los que nunca se han arrancado de un lugar para ir a plantar las raíces en otro lado del continente o del mundo, también. Pero quizás muchos hayan sentido la familiar sensación de encontrarse perpetuamente fuera de lugar. Eso al menos, nos pasa en mayor o menor grado a los expatriados.

Hoy recordaba un tema en específico: los sándwiches, las tortas. O como se llaman acá: i panini.

Me acuerdo de mi primer encuentro cercano con un panino. M y yo comenzábamos nuestro primer viaje juntos por sus tierras y nos paramos en una estación de servicio. Yo no conocía más de diez palabras en italiano y el menú escrito en una pizarra me decía lo mismo que si hubiera estado escrito en sánscrito. Así que confié en M para que pidiera por mí. Cuando dijo: jamón crudo y mozzarella, imaginé algo delicioso. Pero lo que me entregaron fue un pedazo de baguette con un trozo de mozarella y unas laminas de jamón. No había nada más. No exagero al decir que al comerlo sentí que estaba masticando una esponja salada. El pan apenas si había sido calentado. No había mayonesa ni mostaza ni mantequilla. Del aguacate, el jitomate, la lechuga y la cebolla ni hablemos. Era una cosa insipidísima. Y M acababa de decir que estaba buenísimo.

No pude evitar preguntarle porqué no le ponían alguna cosita más para avivarle el sabor y él me dijo que claro que se lo ponían si uno lo pedía. Mayonesa o mostaza. En algunos lugares, podías incluso pedir que te pusieran las dos cosas. Pero llegaba hasta ahí. Sí, no vayas a pensar que acá puedes ir a algún lugar y pedir una torta cubana; me dijo un poco ofendido y un poco intentando hacerme entrar en razón.

Hace unas semanas, estuvo de visita una querida amiga mexicana. La llevé a conocer la iglesia que está puesta en un cerro y que tiene una visión panorámica de la ciudad. Y allá arriba se pidió un panino de salame. Cuál no fue su sorpresa al ver que dentro de su bolillo duro, había lonchas de salame y nada más.

Luego de unos meses o unos años, uno se acostumbra, claro. Con el tiempo, uno se acostumbra casi a todo. Pero hay que comer muchos de esos panes rellenos sólo por un queso y/o un embutido. Y aunque una se acostumbre, siempre hay un día en que a una se le hace agua la boca al recordar esos bolillos o teleras o baguettes llenos de ingredientes que saltan a la primer mordida, que se te escurren por los dedos, que te hacen un festín en la boca.

Y no es que un pan con algo dentro esté mal. Es que ya es sabido que los mexicanos tenemos activadas en la boca muchas más papilas gustativas que el resto de los mortales. Muchas más.


2 comentarios:

  1. jeje, la torta mexicana, llamada cubana y que ni de milagro podría prepararse así en Cuba, que raro es el mundo jajaja... pos confieso que soy de los afortunados o pobres desgraciados (como quieran verlo) con mejor capacidad de adaptación física y neta es un alivio, ya bastante tengo con mi nula adaptación emocional. Un abrazo, Susana

    ResponderEliminar
  2. Es como el chile habanero. Y eres afortunada, Susana. La nostalgia gastronómica a veces es muy cruel. ¡Saludos!

    ResponderEliminar