Se vino encima la medianoche. Ha terminado el primer día en la nueva casa. Que por ahora es un lugar vacío, blanco. Frío.Llovió toda la tarde. Cuando aflojó un poco, M salió a comprar pan y fiambres. La estufa todavía no está conectada al gas y no podemos cocinar. Y yo me dejé el calor allá en el Benito Juárez.Entre la fatiga del jet lag y esa por querer entender dónde estoy, dormí casi todo el día. Después de todo pasé dos noches durmiendo a penas.La madrugada del martes volamos hacia Toronto. Poquísimo. Apenas cinco horas y ya estábamos aterrizando. Toronto fue fría y triste. Con sus adolescentes de pelo teñido de colores y ropas vistosas. Con chicas en sandalias aunque la temperatura no llegaba a los quince grados. Con su CN Tower de elevadores y restaurante giratorio y quinientos cincuenta y tantos metros ¿para qué? Comimos un hot dog en la entrada del metro y volvimos al aeropuerto cuatro horas antes de que partiera el segundo vuelo. Otra vez estaba lleno y otra vez nos tocó sentarnos junto a los baños. Después de cenar apagaron las luces y pudimos dormir un poco. No lo suficiente. Sentado y con el aire acondicionado al máximo, en algún momento, siempre, te despiertas. Cuando sirvieron el desayuno, ya estaba exhausta.En Roma todavía no entendía nada. Todo parecía un lindo viaje de esos que hasta entonces hacíamos a cada rato. De Roma nos separaban todavía seis horas de tren hasta Turín. Dormí la mitad del viaje más incómoda y más helada que en los aviones. Luego no pude dormir más. Tomé “Las venas abiertas de América Latina” de Galeano y apenas con las primeras líneas empecé a sentirme de verdad lejos. Lejos de lo mío. Y empecé a escuchar a M hablando al celular. A hablar de una manera tan diversa de como me habla a mí. Entendí que él estaba volviendo a casa. Y yo había dejado la mía.Entrar en la lectura era cálido. Salir y sentir mi cuerpo ocupando aquel asiento en el tren, era aterrador. Pero no tanto como llegar por fin a Turín. Nunca me sentí más ajena, más lejos, más a la deriva. Nunca antes me había preguntado, apenas llegar a un lugar ¿y yo qué carajos estoy haciendo aquí? ¿porqué me fui de mi casa, de mi familia, de mi idioma, de lo mío? Anoche no me pude responder. Hoy tampoco. No sé si algún día de verdad pueda.
miércoles, 8 de junio de 2011
Miércoles del baúl de la abuela...
De mayo del 2008:
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