domingo, 20 de marzo de 2011

Marzo 20, 2011

Hace un par de años, mi suegra me regaló un celular porque era inconcebible que yo anduviera por ahí sin uno. Me dijo que nadie lo usaba porque tenía algún problema y que por eso seguía en una caja. No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta del problema: el telefonito de tanto en tanto y cuando se le pegaba la gana, se apagaba. Sin seguir patrón de conducta alguno. Así nomás.

Siendo un problema conocido por todos, mi cuñada cambió de celular hace poco y decidió regalarme el suyo anterior. Que no se apaga, cierto. Pero que ha sido uno de los peores regalos que nadie me ha hecho en la vida. El celular ese viene con tres jueguitos incluidos. Pasé una semana entera pegada a uno de ellos y me hice un daño cerebral, reversible pero evidente. No puedo dejarlo, en serio, y no quiero seguir jugando, le dije a M una noche, al borde de la desesperación. Así que él tomó el mentado teléfono y lo fue a esconder. Me pasé toda la noche viendo cuadraditos de colores caer y alinearse y desaparecer una vez que formaban líneas o diagonales de tres cuadraditos del mismo color. Creo que hasta lo soñé en algún momento.

Al otro día, cuando M no estaba, me pregunté dónde carajos habría escondido el telefonito y si no sería una falla moral de esas grandes e imperdonables ponerme a buscarlo por toda la sala, donde sabía que estaba. Sólo para jugar un jueguito. Sólo uno, me lo prometía. Y ahí me di cuenta que se estaba yendo al carajo aquello. Que había desarrollado, en cosa de siete días, una dependencia. Y me decidí a comenzar con la desintoxicación. Como en AA, que es la única estrategia de desintoxicación de la que alguna vez he escuchado, me dije: hoy no, hoy no voy a jugar. Y luego me pasé el día entero viendo cuadritos de colores caer y alinearse, caer y alinearse, caer y…

Es terrible lo que esas cosas le hacen al cerebro. Por eso los niños luego no pueden dejarlo y sueñan con ello y lloran y patalean y sufren. Realmente sufren tremendas crisis de abstinencia cuando los padres (demasiado tarde, siguiendo la tiempística clásica de los padres) les sacan el mentado jueguito de las manos.

Deberían condenar a todos los que desarrollan ese tipo de cosas que te reducen a un grado casi de imbecilidad. Pero no. Nuestra avanzadísima sociedad lo que hace es volverlos millonarios o al menos, ricos. Al final todo es muy lógico. Más idiotas, más fáciles de controlar. Y aquellos que ayuden al control, son bien recompensados. La lógica de la bosta de vaca sobre la cabeza. En fin.

Por ahora, al menos, puedo cantar victoria. Logré arrancarme la dependencia del juego de los cuadraditos de colores. Pero por si acaso, ya tengo bien empacado el celular ese. Para devolvérselo a mi cuñada en la primera oportunidad. La calidad de mi vida es mucho mejor con el celular que se apaga cuando le pico la tecla para contestar la llamada entrante. Mucho mejor.

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