miércoles, 16 de marzo de 2011

Miércoles del baúl de la abuela...

De mayo del 2006:
Los bichos se estrellan contra los focos encendidos. Los atrae la luz, aunque a veces salen con las patas o las alas chamuscadas.

Hace un rato se cortó la electricidad. Un apagón de apenas unos segundos. Las pupilas se me dilataron y el corazón se me aceleró. Cuando todo se iluminó de nuevo, vi mi lámpara de lectura, la que funciona con baterías, sobre mi libro. A treinta centímetros de distancia, al alcance de mi mano. Sabía que estaba por ahí, una luz a la que tenía acceso con sólo estirar los dedos. Pero la oscuridad me aisló de todo, incluso de mi propio cuerpo, de mis pensamientos. De haber durado el apagón, hubiera tardado una eternidad en encontrar la lámpara, encenderla y volver a respirar normalmente. Quizás treinta segundos. Eso hubiera durado la eternidad esta vez.

Le tengo un miedo tremendo a la oscuridad que te sorprende y borra el mundo a tu alrededor. Así que tras encontrar la lámpara y encenderla, lo primero que habría hecho seguramente habría sido revisar con la luz paredes, muebles, techo. Asegurarme que todo seguía aquí, intacto. Que la penumbra no había cambiado el mundo que conozco.

No tengo tantos problemas con la oscuridad como con los apagones. Por lo visto los bichos también y de puro gusto de ver de nuevo esa luz amarilla, se siguen estrellando contra los focos y chamuscándose las patas.

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