domingo, 16 de enero de 2011

Enero 16, 2011

Hace cosa de 30 meses que vivo en Italia. Sin embargo, últimamente me he podido enterar que en México, la panacea en sueros ya no es el Pedyalite, sino los electrolitos orales del Suerox, publicitados por un bebé con parálisis facial que le tomó prestada la voz a un “niño bien” de Polanco.

Ahora también sé que para dejar de ser un “osito” y volverse un “tigre” hay que tomar unas pastillas que se llaman M-Force. Que Ultra-Bengue es el único ungüento para el dolor muscular que combina un poderoso desinflamatorio con anestesia tópica. Y que para tranquilizarse se puede tomar el té Dalai.

Todo gracias a que en la página de Televisa han comenzado a incluir los comerciales en las transmisiones del programa de Nicolás Alvarado y Julio Patán. Sí, desde hace varios meses adquirí la feísima costumbre de ver ese programa. Lo hice atraída por las constantes demostraciones de erudición que hace Alvarado en su programa de Canal 22. Cuando vivía en México lo veía con harta frecuencia. Acá no lo veo más porque los programas subidos al Youtube se dejan ver en mi computadora normalmente hasta el minuto 18 o 22. Luego la cosa se traba justo en el momento en que están a punto de contar cuál es el origen del sudoku y no hay manera de que vuelva a correr y a mí eso me pone los nervios de punta.

Decía, entonces, que comencé a ver tal programa por Alvarado, porque a Patán ni lo conocía. Me gustó la idea de que un par de tipos hablaran sobre cualquier tema sin leer directamente del teleprompter, pero luego empezaron a molestarme varias cosas. Por ejemplo, que Patán diga ¿síiii? insistentemente. Siempre me ha fastidiado la gente que a la exposición de sus ideas o argumentos, entrelaza una pregunta monosilábica y encima, le larga una vocal: ¿nooo? ¿okeeey? ¿ajáaaaa?. Sobre todo los que usan el ¿síiii? Como si estuvieran exponiendo una verdad pura y si uno no asiente, es por puro imbécil.

Otra cosa que no me gusta es que los dos hablan igual. Alvarado mueve constantemente la cabeza hacia delante mientras abre las manos y enseña las palmas, mientras que Patán aprieta más o menos los ojos y los puños, dependiendo de la seriedad que le imprime a lo que está diciendo. Pero los dos usan el mismo tono, las mismas inflexiones. Lo he notado porque más que verlos, los escucho: los pongo mientras cocino.

No me gusta cuando pronuncian algo en francés con acento francés, y mucho menos cuando pronuncian algo en inglés con acento inglés. Y con el tiempo han comenzado a parecerme tiesos, engreídos, pedantes. Y lo peor: esnobs.

Cada vez los pongo menos, pero sigo haciéndolo. No sé para castigarme de qué. Tampoco sé porqué comencé a hablar de ellos. Ah, sí. Era por la cosa de los comerciales que me he chutado en los últimos días. Una cosa repugnante. De manufactura y de contenido. Imágenes sobrecargadas, colores sucios, edición hecha con tijeras y pegamento, luces empastadas, actuaciones exageradas. Y como si fuera poco, venden productos milagrosos para solucionar problemas imaginarios.

Y pensar que cuatro años de mi juventud, los pasé en una escuela de Publicidad.

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