miércoles, 26 de enero de 2011

Enero 26, 2011

Los martes voy a un curso de nutrición. Ayer vino un apicultor y nos hizo una degustación de tres tipos de mieles. Y para ello, tuvimos que pasar por la penosa experiencia de hacer una cola.

Y es que acá en Italia, si uno no es de los primeros diez en llegar frente a la puerta, barrera, ventanilla, o cosa que determina el acceso a algo, hay que hacer cola. Pero no una de esas colas en las que uno o dos se ponen detrás de otros uno o dos y así sucesivamente. No. La cola a la italiana es una masa informe de cuerpos aglomerados que se clavan codos, rodillas y sobre todo, miradas afiladísimas.

Hacer una cola en Italia requiere armarse hasta los dientes de paciencia, pero sobre todo de una curiosa mezcla de ira y astucia. De maña, como dirían mis tías. O de simple gusto por joder al prójimo. Porque pasarle por delante a uno en una cola, es más que una victoria, es una afirmación de la propia superioridad. Frente a los otros, pero sobre todo, frente a uno mismo. Hacer colas acá no es para los de espíritu deportivo. No. Es para esos que poseen un inflado espíritu competitivo.

Nunca se sabe si ya se ha superado la “cola”, hasta que no se ha llegado a donde quería o pretendía. En el caso que me ocupa, a los tres tarros de miel y las cucharitas de plástico, dispuestos sobre una mesa en un rincón del aula. E incluso ya estando delante de la mesa, uno no tiene asegurado haber ganado la batalla. Porque hay que lidiar con los que le apartan el lugar a la hermana, al marido, a los tres amigos que todavía están a unos pasos: ven, ven, acércate, que yo no me muevo de acá, disculpe, ¿puede dejar pasar al señor? Están también los que toman tres o cuatro o cinco cucharitas y lentamente escarban dentro de los frascos hasta llenarse las manos de tantas muestras como les parece necesario. Y están claro, los que se apostan frente a los tarros, comienzan a llenar cucharitas y las van pasando por sobre las cabezas de los otros, a las distintas manos que se van alargando desde atrás: Pina ¿ya probaste la de castaña?, Gianni, mira, esta es de flores de los Alpes, prueba, prueba que buena, ¿le diste a probar a Pippo? espera que te tomo otra cucharadita.

La reacción de los otros, que están cerca de la mesa, pero no han logrado acercarse a los tarros de miel, es igualmente variopinta. Están los que se quejan en voz alta, reclamando normalmente al Señor o a la Madonna. Los que hacen muecas de desaprobación y no dicen nada. Los que actúan como si nada. Y por supuesto, están los que reclaman. El argumento es casi siempre el mismo y muy válido: oiga, venimos todos luchando en la cola, no es justo que usted se tome la libertad de apropiarse del espacio y menos de los tarritos, para asegurarles a sus amigos una cucharadita de todos los tipos de miel. Claro que normalmente los que se toman esas libertades sostienen precisamente lo contrario, que como llegaron primero tienen derecho incluso a tomar el doble o el triple de cucharaditas, si así lo desean.

Y así se va. Los participantes de la cola se enojan. Se insultan con eufemismos. Se dicen palabrotas cuando están lo suficientemente lejos como para esquivar una posible confrontación, pero lo suficientemente cerca como para asegurarse de ser oídos. Y todo queda en un “en fin”.

Porque si uno se pone a buscar a los responsables de todo este ímprobo mecanismo de las colas italianas, puede llegar hasta la loba que amamantó a Rómulo y Remo (o Rémulo, como lo llama el Primer Ministro). Por ahí los dos tipos se peleaban por ser el primero en llegar a la teta más llena de leche.

Nunca se sabe.

Por cierto, la miel muy rica. Casi diría que valió la pena la batalla por conseguir una cucharada. Casi.

2 comentarios:

  1. Que algo similar me acaba de ocurrir hace un par de horas, y es este un caso parecido desde la Argentina hereditaria.

    Si adivinas todo lo igualito que se siente en el momento de la espera, no para probar el dulce, pero para no depositarlo mas.

    Sea para una muestra gratis, una tramite bancario, o un espectaculo transnochador, hay que esperar.

    Lo inaceptable son los ventajeros. Y la falta de respeto. Que con frecuencia y ante estos hechos me planteo el significado de la palabra "humano".

    Imaginate que si esto ocurre con un dulce, que seria con la vacuna de la salvacion. Puf...ni quiero continuar.

    Ci vediamo

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  2. La vacuna de la salvación. Imagínate si a alguien se le ocurriera inventarse algo así. O peor, que se le ocurriera inventar que se ha inventado algo así... En otros temas, un placer tenerlo por acá. Muchas gracias por la visita.

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